“Vivimos en tiempos difíciles”, una frase que se repite en cada época a lo largo de la historia. Sin embargo, resultamos ser juez y parte de una época compleja y peculiar en donde las certezas y las creencias se han visto desplazadas por la incertidumbre y la falta de convicciones.
La sociedad de ultra-consumo, el descrédito hacia las instituciones, las variaciones en las estructuras familiares, la generalización de la violencia, el hacinamiento, las adicciones, las violaciones al estado de derecho y a los derechos humanos, la distorsión del espacio y el tiempo a raíz de la mediatización y la tecnologización… todo ello es el escenario en el cual se ha generado el caldo de cultivo en donde las nuevas enfermedades han encontrado su germen: las llamadas “las nuevas patologías” en una era posmoderna en donde el vacío existencial y el narcisismo se convierten en los “males de nuestro tiempo”.
Es en este tiempo de ideologías endebles e intercambiables, “a la carta”, en donde surgen los individuos, en donde se forman sus psiquismos individuales, cuestión que nos interesa en psicoanálisis. En patologías actuales, consideradas narcisistas o “autoeróticas” -tales como la patología bordeline, perversa, psicopática, psicosomática, etc.-, el vínculo con el otro resulta artificial y mediatizado, utilizándolo sólo como un objeto de satisfacción; no se ama al otro por ser precisamente un otro diferente, sino como un objeto que sirve a una necesidad egoísta.
Esto da como resultado un vínculo posesivo y desconsiderado (Freud, 1921). Este tipo de personas se construyen en el “tener y no en el ser” y su manera de funcionar en el mundo se resuelve en la descarga de la tensión y la ansiedad que viven a través de actuaciones impulsivas, sin una elaboración mental que busque comprender lo que se hace y lo que se vive.