Corremos el riesgo de cegarnos con una visión simplista acerca del concepto de lo natural si no matizamos adecuadamente la multiplicidad
de significaciones que implica y si lo idealizamos como si nos permitiera encontrar un suelo firme, una materialidad ontológica real en la cual apoyarnos, para poder así aprehender o definir mejor al sujeto que pretendemos. Así entendemos a veces como naturaleza a lo que se opone a lo convencional, a lo que contrasta con el arte, el espíritu y, por supuesto, a lo sobrenatural.
Si seguimos ciertas sugerencias interesantes
del Diccionario de Filosofía (Ferrater Mora, 1971), el contraste entre lo que es por naturaleza y lo que es por convención nos viene de los sofistas y de Platón, quienes ya distinguían entre lo que efectivamente es de por sí y aquello cuyo modo de ser ha sido determinado por un propósito humano.